El clásico nacional de Honduras una vez más quedó a deber. Olimpia y Motagua empataron a cero goles por bando en un encuentro que seguramente puso a dormir a muchos aficionados. Por el lado de Olimpia hay jugadores que no están jugando bien como Michaell Chirinos y Jorge Álvarez. En el caso de ‘Chiri’ quizás sea está desmotivado. Después de jugar en el primer mundo en cuanto a infraestructura como México y Estados Unidos, a jugar en Honduras, no lo culparía. También hay que destacar el nivel de Deybi Flores, que lo veo de selección nacional y a nadie debería de extrañarle que lo viéramos con la bicolor en las próximas convocatorias.

Por el lado de Motagua no trascendió ninguno, no porque sean malos, sino porque creo que tiene que ver mucho con los que lo manda a hacer su técnico al terreno de juego. En este partido precisamente lo que se vio de Motagua es que no tenía el más mínimo interés por atacar, y que Diego Vásquez estaba encantado con ese 0 a 0 aburrido que nos estaba regalando. 

Un resumen con apenas dos ocasiones de gol y bastante rebuscadas, 38 faltas en total, ocho tarjetas amarillas, y un tan solo tiro al arco en 90 minutos por parte de los dos equipos más grandes del país es verdaderamente inaceptable. Es una vergüenza que le ofrezcan esa pobreza a la gente que lo vio desde sus casas; porque si ese partido se jugaba con público, lo correcto era devolverle la plata a todos los aficionados que hubiesen pagado un boleto.

Yo quisiera que de verdad algún día nos pusiéramos de acuerdo y remáramos para adelante todos los sectores involucrados para mejorar los espectáculos en el fútbol hondureño. Y acá se necesita un compromiso de todos; del dirigente, para que no presione a su entrenador con la “obligación” de ganar, y al contrario aliente que sus equipos propongan salir a jugar, y por supuesto a los entrenadores, para que no transmitan sus propios miedos de perder a los futbolistas, saturándolos de indicaciones y privándolos de libertad para decidir y ser creativos.


Por último, quiero también lamentar que pasan los torneos y los dos clubes históricos de la capital siguen jugando al fútbol en una cancha de horror como la del Estadio Nacional. Es una pena que sus dirigentes parezcan estar acomodados con este problema como si es algo que no tiene solución y hay que aceptarlo porque “ni modo”. Tiene que haber una solución concreta y definitiva para que Motagua y Olimpia no se pasen los años jugando en un potrero indigno de su grandeza e indigno de un fútbol profesional. Si la buscan, seguro la encuentran.