En 2010, el Deportivo Saprissa apostó por un joven volante izquierdo que brillaba con Barrio México: Michael Ortiz. De contextura delgada, zurdo con talento y un potente remate de larga distancia, muchos lo veían como una de las grandes joyas que marcaría época en el fútbol nacional. Sin embargo, la historia de Ortiz tomó un rumbo muy distinto.
Hoy, a sus 39 años, ya no responde al nombre de “Maykol”, como pedía que lo escribieran en sus tiempos de jugador, sino de nuevo al de Michael. Atrás quedaron las luces del fútbol profesional y los aplausos en la “Cueva”. Su presente está en las carreteras, frente al volante de un autobús, oficio que heredó de su padre y que ejerce desde hace tres años.
¿Por qué no pudo triunfar en el fútbol?
“Es muy cansador, pero también soy consciente que esto llega porque tomé malas decisiones en el momento. Dios me dio la oportunidad de hacer lo que yo quería y yo no aproveché, ahora me toca trabajar como cualquier persona”, confesó Ortiz, quien se levanta cada día a las 3 de la madrugada para encender la máquina a las 4 y terminar su jornada cerca de las 10 de la noche.
Su motor ahora son sus dos hijos, Jaydeen y Evangeline, gemelos de 12 años. A pesar de que los ve poco, asegura que todo su esfuerzo es por ellos: “A mí no me gustaría que la Policía ande detrás mío por pensión y quiero que mis hijos estén tranquilos. Por eso escogí este camino”.

Michael Ortiz ahora trabaja de chofer de bus.
El giro que nunca dio
El exsaprissista reconoce que tuvo en sus manos oportunidades que habrían cambiado su destino. Cuando aún militaba en Barrio México, recibió una oferta del fútbol chino, concretamente del Tianjin Teda. “Don Minor Vargas me decía que firmara en Asia, pero no le hice caso. Esa oferta era cinco veces mejor que la de Saprissa. Si pudiera devolverme en el tiempo yo hubiera firmado allá, pero preferí la S… ni sé por qué”, recordó.
También la Liga Deportiva Alajuelense le abrió las puertas, con la promesa de más minutos en cancha, pero Ortiz optó por el dinero del Monstruo. En Tibás tuvo un arranque difícil, aunque con Alexandre Guimaraes logró mostrar destellos de su talento.

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El precio de la indisciplina
El talento estaba, pero la disciplina no. Ortiz admite que la fama lo desvió: “Yo no estudié y cuando empecé a ganar plata en Saprissa comencé a desarrollar vicios de tomar y demás, eso me llevó a faltar a entrenamientos… Yo fallé”.
La vida nocturna, los excesos y la falta de constancia terminaron por cerrarle las puertas en el club morado y en el fútbol profesional. “Saprissa me dio todo, pero yo le fallé”, aseguró con sinceridad.