Durante el reciente duelo entre El Salvador y Guatemala, correspondiente a la cuarta jornada de la Eliminatoria Mundialista de la Concacaf, se vivió un episodio tan insólito como revelador del ambiente que rodea los clásicos centroamericanos. En pleno estadio Cuscatlán, un aficionado guatemalteco fue captado intentando pasar desapercibido entre los seguidores salvadoreños al colocarse la camisola de La Selecta mientras cruzaba el sector de sol general, conocido popularmente como “Vietnam”, uno de los espacios más encendidos y ruidosos del recinto.

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De acuerdo con los videos difundidos en redes sociales, el aficionado chapín buscaba evitar agresiones verbales o el lanzamiento de líquidos, una práctica que, aunque reprobable, suele ocurrir en ese sector cuando se identifica a hinchas del equipo rival. Su plan, sin embargo, no duró mucho: en cuestión de segundos, un seguidor local notó algo extraño, se acercó y, entre risas y abucheos, le quitó la camiseta, dejando al descubierto su verdadera identidad.
El curioso momento generó una mezcla de tensión y humor entre los presentes, pero afortunadamente no pasó a mayores. Otros aficionados intervinieron para calmar los ánimos, evitando que la situación se convirtiera en un altercado. La reacción de los asistentes fue una muestra del fervor con el que se vive el fútbol en el Cuscatlán, pero también del respeto que puede prevalecer incluso en un ambiente tan cargado de rivalidad.
El video se volvió viral en plataformas como X y TikTok, donde miles de usuarios comentaron la astucia del guatemalteco y la pasión del público salvadoreño. Algunos lo tomaron con humor, destacando la creatividad del hincha visitante, mientras que otros reflexionaron sobre la intensidad del ambiente que suele rodear los partidos de la Selecta, considerado por muchos como uno de los más efervescentes de Centroamérica.
A pesar de los resultados adversos que ha enfrentado recientemente la selección salvadoreña en la eliminatoria rumbo al Mundial 2026, este episodio se convirtió en un respiro entre tanta frustración. Mostró que, incluso en medio de la competencia y la rivalidad, todavía hay espacio para la picardía y el ingenio dentro del espectáculo deportivo.

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En definitiva, lo ocurrido en el Cuscatlán no solo dejó una anécdota para el recuerdo, sino que también reflejó la esencia del fútbol centroamericano: pasión, identidad y emoción en cada partido, donde la línea entre la rivalidad y el respeto puede ser tan delgada como una camiseta cambiada por unos minutos.