Motagua y Olimpia trasladaron al campo de juego la violencia que se vivió fuera del estadio en un clásico negro para el fútbol hondureño.
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¿Qué fútbol? El clásico catracho ni siquiera debió haber comenzado si a alguna de las autoridades le hubiera interesado que fuera del estadio se desataba una batalla campal entre los aficionados más radicales y la policía, que no midió fuerzas a la hora de reprimir.
La tensión pasó de las calles a las tribunas y de las tribunas al campo de juego, donde los propios futbolistas quisieron definir a los atropellos quién era el más guapo de Honduras. Nadie mereció ganar, probablemente ambos hubieran merecido perder, y el empate actuó como justicia salomónica otorgándole demasiado premio a los dos equipos.
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Sólo quedará para destacar el gesto de Wilmer Crisanto al anotar de penal el agónico gol de la igualdad para Motagua, que lo perdía desde los 39′ por un tanto de Alexander López. El defensor dedicó el tanto a Santiago Vergara, quien hace apenas unas semanas fue diagnosticado de Leucemia.