Ser campeón del mundo (u olímpico, dependiendo la disciplina) es a lo máximo que puede aspirar un deportista. Ver a todos los contrincantes desde la cima, con la cabeza en alto y una copa alzada entre manos, rodeado en muchas ocasiones de otros guerreros con los que compartió el campo de batalla.

A su vez, alcanzar ese mérito no es casualidad, sino mas bien causalidad. La calidad individual de cada pieza, el andamiaje del equipo y una formidable mentalidad son algunos de los factores primordiales, que sobrepasan por mucho una mera “suerte”. En el fútbol, por ejemplo, es común ver cosas impensadas que se saltan todo estudio previo. Pero en líneas generales prevalece el que respeta lo trabajado, y aquello planeado es mejor que la estrategia del rival.

(Foto: Eddy Lemaistre)

Cannavaro alza la Copa del Mundo ganada por Italia en 2006. Luego, dos eliminaciones tempranas y su ausencia en Rusia 2018 (Foto: Eddy Lemaistre)

Por todo lo dicho, y hablando en claro español, si sos campeón del mundo indefectiblemente sos bueno. No hay vuelta que darle al asunto. Puede haber excepciones a la regla entre los pasos opacados del banco, pero los once titulares deben pertenecer a la élite sin ningún tipo de duda.

Esto vivenció Carlos Pavón en Italia, según expresó en diálogo con el periodista Luis Felipe Faraj de Faco Sports. Al ser consultado por los defensores más difíciles a los que enfrentó, no titubeó y eligió a tres que todos quisieramos en nuestros equipos: “Cuando estuve en Italia me tocó enfrentarme a Marco Materazzi, Fabio Cannavaro y a Alessandro Nesta. Esos tipos están en otro nivel”, confesó.

El catracho se refirió así a su paso por el Udinesede la Serie A, donde tuvo que medirse ante estos monstruos históricos. Cannavaro y Materazzi fueron los dos centrales titulares en la final ante Francia en 2006, este último más recordado por recibir un cabezazo de Zidane que por su gol. Nesta no se queda atrás, al convertirse en sinónimo del Milan.