La llegada de Óscar Ramírez al banquillo de Liga Deportiva Alajuelense ha generado ilusión entre los aficionados, pero también empieza a dibujar líneas de tensión dentro del club. Mientras el “Machillo” intenta impregnar su sello táctico y evalúa a fondo el plantel para definir quiénes se ajustan a su idea, la dirigencia rojinegra parece tener otra lectura del momento y actúa con cautela, una postura que podría anticipar roces internos.
Ramírez no ha perdido tiempo. En sus primeros días al mando, ya impone cambios desde lo metodológico. Su enfoque va más allá del entrenamiento físico: usa recursos audiovisuales para complementar lo que no alcanza a trabajar en cancha, todo con el objetivo de acelerar la implementación de su modelo de juego. Lo que quiere ver es una Liga a su imagen y semejanza, metódica, estructurada y con jugadores que ejecuten su plan sin titubeos.
Según palabras del director deportivo Javier Santamaría, “el Macho está implementando un poco su modelo de juego, la idea que él quiere del equipo, con base en las piezas que tiene y lo que él ve”. Pero esa misma frase revela una tensión subyacente: Ramírez aún está evaluando, con la mirada puesta en lo que funcionará… y en lo que no.
La dirigencia le baja el ritmo
Mientras tanto, desde la cúpula deportiva se envían señales que podrían frenar el ímpetu renovador del técnico. Santamaría se ha mostrado prudente ante la idea de hacer movimientos drásticos. “Nosotros hace mucho tiempo que venimos trabajando, visoreando a muchos jugadores, tenemos nuestra lista… pero queremos que él los termine de ver bien primero”, expresó.

Santamaría no quiere una gran limpieza de Machillo Ramírez.
Ese enfoque precavido puede interpretarse como un mensaje para moderar cualquier impulso de barrer con lo que dejó Alexandre Guimaraes. Aunque Santamaría asegura que Óscar Ramírez está satisfecho con el grupo que heredó —incluso mencionó que “todas las posiciones están equilibradas” y que hay “jugadores versátiles”—, es evidente que el técnico aún está decidiendo con quiénes quiere contar realmente.

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La paradoja es clara: mientras el Machillo quiere pasar la escoba, la directiva le marca la cancha. El equilibrio que busca la dirigencia entre continuidad y renovación puede ser visto por Ramírez como un freno para construir un equipo más afín a sus conceptos.
La dirigencia, en su afán por no precipitarse antes de que cierre el Clausura 2025, podría estar sembrando la semilla de un desacuerdo futuro. Si bien las intenciones aún no se han traducido en decisiones concretas, la tensión entre el impulso renovador del técnico y la precaución institucional está servida.