La cohesión entre los futbolistas de un equipo es sumamente importante, ya que influye de manera directa en su desempeño dentro de la cancha. La quimica entre compañeros es vital, y todo lo que altere el orden es rápidamente extirpado para evitar que se propague.

Por ello resulta grave lo que ocurrió este domingo en el partido entre Honduras de Progreso y Real Sociedad, por la octava fecha del torneo de primera división del país catracho, en el estadio Humberto Micheletti.

Luego del silbatazo final, un grupo de jugadores del elenco visitante debió frenar a su propio arquero, William Robledo, en su afán de querer ir a golpear a uno de sus defensores, Robbie Matute. Al parecer, el zaguero le había echado la culpa por uno de los goles recibidos.

Cuando la gresca parecía inminente, debido a lo cerca que se encontraban ambos deportistas, el portero pudo ser reducido y controlado por otro colega suyo, para evitar una barbarie que podría haberse consumado sin su precisa intervención.