Hablar en el mundo sobre el fútbol de Costa Rica es, usualmente, traer a la memoria gratos recuerdos vividos en los mundiales de Italia 90, Corea y Japón 2002, Brasil 2014, y adicionarle una serie de jugadores que han logrado traspasar el idioma, las fronteras y los estigmas para convertirse en figuras fuera de Costa Rica.

La lista podría ser larga, pero para citar solo a algunos, es fácil traer a colación a Hernán Medford, Luis Gabelo Conejo, Paulo César Wanchope, Joel Campbell, Bryan Ruiz y desde luego, a Keylor Navas, entre otros. Pero a pesar de su justo mérito y esfuerzo, es necesario reconocer que el marketing, la globalización y las redes sociales ayudaron a magnificar a esos que hoy reconocemos como estrellas.

Sin embargo, no siempre existieron esas herramientas para hacerlo, aunque sí hay gloria y grandeza en la Selección de Costa Rica desde antes de los tiempos modernos. La prueba de ello son los llamados "Los Chaparritos de Oro", una generación dorada en el fútbol costarricense, con sello e historia propia que brilló en la década de los 50´s.

Una hazaña y un nombre para la posteridad 

¿La razón de su nombre? Aquella Selección tica participó en el II Panamericano de Fútbol, con sede en México, allá por febrero de 1956, un torneo que solo tuvo 3 ediciones. En este certamen se concentraba lo mejor del continente americano y las selecciones participantes eran las mejores representaciones de su zona. 

A la cita acudieron México, como representante del norte de América; Brasil, Argentina, Chile y Perú por el cono sur, y por la zona de centroamérica y el Caribe, Costa Rica. Los integrantes del combinado tico eran jugadores amateur, con trabajos convencionales en el país pero con un amor a la camiseta como pocos y una calidad técnica exquisita.

Una de las principales características del equipo era su baja estatura (1,70 mts en promedio) condición que dio pie para que en México los bautizaran con el "alias" de Los Chaparritos de Oro; lo primero por lo físico, y lo segundo por su calidad.

El torneo arrancó una mañana de domingo del 26 de febrero de 1956, el juego inaugural era México ante Costa Rica en el estadio Universitario, recinto absolutamente abarrotado con más de 110 mil almas gritando y apoyando a los locales. Con ese escenario y los atestados deportivos, cualquiera habría apostado un triunfo sin apelaciones de los mexicanos.

Así lo consigna el periodista e historiador Rodrigo Calvo en el diario la Nación, donde relata las incidencias y detalles de lo que fue este grupo de jugadores y en especial, este torneo de 1956. Para esa época, La Nación decidió enviar al periodista Jorge Pastor Durán como enviado especial para cubrir el evento, quien a como pudo, envió cables escuetos desde México hasta Costa Rica, para que en las afueras del medio, armaran una pizarra contando lo que ocurría. Los aficionados de esa época, que por lo general debían esperar hasta dos días para leer una crónica, se reunían en las inmediaciones del periódico y pudieron conocer la información con apenas unas horas de diferencia. 

Pero justo ahí nació la leyenda de esta selección, los ticos mostraron carácter y empataron el juego pero fueron los norteamericanos quienes sufrieron de más. Luego vino el partido ante Chile donde los ticos se impusieron con marcador final de 2 por 1, era una locura, eran la sensación.

Pero lo mejor vino en el tercer partido. Los llamados Chaparritos de Oro se enfrentaban a Perú y para agrandar la hazaña, ganaron con marcador de 4 goles contra 2. El respeto estaba ganado y los rivales ya no daban nada por sentado.

El siguiente rival fue Argentina, una vez más, las apuestas estaban en contra. Pero por increíble que parezca, los centroamericanos lo ganaban y holgadamente. La tricolor vencía 3 por 1 a los suramericanos y la sorpresa estaba por consumarse de no ser por Omar Sívori, jugador argentino que encontró la inspiración necesaria para concretar 3 goles en lo que restaba del juego para poner el 4 por 3 en favor de la albiceleste. El gane era argentino, el honor, costarricense.

Con el reconocimiento de toda la prensa y la afición de la época, Costa Rica jugo su último partido del torneo ante la todopoderosa Brasil, un mero trámite para la canarinha que sacó un holgado resultado de 7 por 1, pero que no empañó en nada la presentación de los costarricenses.

La selección de Costa Rica era noticia mundial, esta generación escribía una de las páginas más doradas en la historia, logrando un tercer lugar en el Panamericano de Fútbol, solamente por debajo de Brasil y Argentina, el orgullo brota y el recuerdo premia.

Pero el legado de esta camada legendaria no se limita a este torneo solamente, también fueron los artífices de un campeonato invicto en el VII Campeonato Centroamericano y del Caribe, disputado un año antes, en 1955; pasando por encima de Aruba, Curazao, El Salvador, Cuba, Guatemala y Honduras. Todo, al mando del estratega Alfredo "Chato" Piedra.

La selección estaba conformada de la siguiente forma:

  • Porteros: Hernán Alvarado, Mario Flaco Pérez y René Muñoz
  • Defensas: Jorge Palmareño Solís, Reynaldo Rey Orozco, Mario Catato Cordero, Mario Murillo, Alex Sánchez e Isidro Williams.
  • Mediocampistas: Marvin Rodríguez, Edgar Quesada, Elías Valenciano, Edgar Negro Esquivel y Constantino Tulio Quirós.
  • Delanteros: Rodolfo Herrera, Alvaro Murillo, Danilo Montero, Jorge Cuty Monge, Isaías Araya, Alexis Goñi, Oscar Cuico Bejarano y Rubén Rata Jiménez.
  • DT: Alfredo "Chato" Piedra