En el fútbol costarricense de los años ’80, pocos nombres causaban tanto respeto como el de Jorge Manuel Ulate. El “Gugui”, como siempre se lo conoció, inició su carrera en el Club Sport Herediano, pero alcanzó la fama en 1978 cuando fue pieza clave para que Puntarenas obtuviera el subcampeonato nacional.
El potencial que demostraba Ulate lo llevó de nuevo a los florenses en 1979, temporada en la que conquistaron el título. Pero su salto definitivo lo dio en 1984 al firmar con Liga Deportiva Alajuelense, donde no solo consiguió el campeonato, sino que además se coronó máximo goleador de la temporada en dos años consecutivos (en 1984 con 20 goles y en 1985 con 23), algo que no ocurría desde la época de Errol Daniels.
La vida después del gol
Con 69 años, Ulate lleva varias décadas lejos de las canchas. Tras colgar los botines, su vida tomó un rumbo más discreto, combinando su labor como entrenador de ligas menores con el trabajo de taxista, oficio al que se dedicó por muchos años.
Actualmente, el ex artillero manudo, ya pensionado, asegura vivir con mayor tranquilidad, aunque reconoce que sus ingresos no son muy elevados. “Yo ya estoy pensionado, no vivo de la renta porque tengo una pensión baja, pero vivo tranquilo. Normalmente salgo a caminar, a hacer mandados, pero uno se vuelve más sedentario por la edad“, contó en entrevista con La Teja.
Su taxi propio le permitió mantenerse activo después de retirarse del fútbol, aunque admitió que “ser taxista es duro”. Durante muchos años pasó hasta once horas diarias al volante, pero hoy, con otras entradas económicas y la pensión, maneja menos y sin la presión de antes.
“Son poco los jóvenes que se acuerdan de uno”
Aun así, Gugui asegura que la experiencia le dejó momentos gratificantes, en especial porque muchos pasajeros lo reconocían de sus tiempos de gloria con la Liga y Herediano.
Sin embargo, también admite que ahora son cada vez menos los que lo identifican. “Toda la vida he vivido en Heredia, entonces era una persona muy conocida ahí y siempre había de qué conversar con la gente. Ahora ya son pocos los jóvenes que se acuerdan de uno, porque es otra época“, comentó con nostalgia.
Hoy, asentado en el cantón central de Heredia, Ulate disfruta de la calma que le da la jubilación, agradecido por haber sido parte de la historia grande del fútbol costarricense, aunque ya alejado de las luces que alguna vez lo hicieron un referente.