Keylor Navas estuvo a minutos de abandonar la Casa Blanca a inicios de temporada, pero los planes se frustraron porque el destino ya le había reservado su cita con la historia.

Ha subido a muchos aviones en su vida y lo seguirá haciendo. Sin embargo, la sensación que tuvo aquel 31 de julio, cuando esperaba en soledad el vuelo que, contra su voluntad, lo llevaría a Manchester, nunca la había experimentado. Después, la burocracia, Los papeles que se perdieron en el camino. La confusión. Incluso el manoseo de un futbolista que, hasta entonces, parecía no tener para Florentino el valor suficiente como para ser preservado de semejante humillación. Y cuando el mundo anunciaba el fichaje estelar de David De Gea, el destino ya le había reservado al tico una cita con la historia.

Con Iker Casillas fuera de casa, Navas se consolidó de inmediato como el portero titular del Real Madrid, puesto por el que tuvo que competir con Kiko Casillas, que había llegado procedente del Espanyol, y el canterano Rubén Yañez. De inmediato lo pusieron a trabajar duro, porque los por entonces dirigidos por Rafa Benítez no le encontraban la vuelta al método y el costarricense se volvió decisivo para que la temporada no se frustrara antes de tiempo.

El 15 de septiembre, apenas 15 días después de su frustrada salida, llegó el debut Merengue en la Champions League, en un partido disputado en el Bernabéu ante Shakhtar Donetsk, y Keylor comenzó a brillar, como si aquello fuera cosa de todos los días.

Ante los ucranianos fue goleada 4-0 del Real Madrid y el primer invicto del tico en la competición, marca que estiraría en los tres partidos siguientes, en las visitas a Malmö y París, y recibiendo en casa al PSG. Después, una lesión lo postergó tanto en Liga como en Champions, siendo reemplazado por Kiko Casillas; pero con el español en el campo, a quien le tocó recibir los primeros tres tantos en contra que sufrieron los merengues en la competición, quedó más marcada la diferencia de categoría.

En su regreso a la competición más importante del continente, para disputar octavos de final ante la Roma, Rafa Benítez ya no estaba en el banquillo y había sido reemplazado por Zinedine Zidane. Eran tiempos de crisis, con un equipo al que La Liga comenzaba a quedarle lejos y que se había despedido antes de tiempo en Copa del Rey. La serie ante el equipo italiano fue consagratoria para Keylor, que salvó al equipo en momentos clave y fue quien cimentó una clasificación que, al ver el resultado global de 4-0, pareciera haber sido más sencilla de lo que fue en realidad.

Prolongado su invicto a seis partidos, Navas se topó con un récord de imbatibilidad en su equipo y apunto estuvo de ser el mejor en la historia de la competición, cuando se ubicó apenas por debajo del alemán Jens Lehmann. En total, fueron 738 minutos consecutivos sin recibir goles, despojando del segundo lugar nada menos que a Edwin Van der Sar, que se quedó en 657.

La racha se cortó en la visita a Wolfsburgo, en el partido de ida de los cuartos de final, producto de un penal convertido por Ricardo Rodríguez en apenas 18 minutos de juego. Aquel 6 de abril, el Real Madrid cayó 2-0 y se volvió de Alemania con un pie fuera de la Champions. Sin embargo, en la revancha en el Bernabéu, Cristiano apareció en todo su esplendor con un triplete y Keylor volvió a hacer su trabajo, dejando su marco invicto y asegurando la clasificación a semifinales.

Sabiendo que Barcelona, campeón defensor, ya estaba fuera de competencia, Navas sí llegó a Manchester ésta vez, pero ya no estaba sólo en el avión. Para las semifinales ante el City, el tico ya se había convertido en uno de los pilares de un equipo que ya se tomaba muy en serio lo de quedarse con su Undécima Orejona. Fue una serie discreta, en la que el equipo inglés nunca se animó a faltarle el respeto al Madrid. O, mejor dicho, casi nunca; aunque cuando se lo propuso volvió a toparse con el Número 1.

¿Y cómo no iba a sufrir en la final? El sufrimiento es un condimento necesario en cualquier historia épica. El Atlético, que se había cargado ya al Barcelona y al Manchester United, tuvo al Real Madrid contra las cuerdas, a pesar de haber comenzado en desventaja. Tal vez Dios, a quien Keylor nunca se olvidó de agradecer ante cada obstáculo superado, se puso de su lado. Durante los 90 minutos, que se transformarían luego en 120, cuando el travesaño devolvió un penal de Griezmann; y ya en la definición por penales, cuando el poste le dijo que no a Juanfran. Las cámaras se quedaron con Cristiano, que convirtió el penal que le dio un nuevo título a los Merengues; pero todo el mundo sabía a esas alturas que, desde el arco y en silencio, Navas había sido el primer cimiento de la Undécima. El destino le había reservado al tico su cita con la historia. Él, sólo se encargó de enamorarla.

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