El empate de Tottenham en la visita a Chelsea aseguró un título histórico para un equipo muy humilde. ¡Felicidades para el mejor!

En el fútbol, no siempre el éxito deportivo va de la mano del poder económico. Ocurre en la mayoría de los casos, pero aquellos en los que no pasa quedan en la memoria y resaltan aún más. Y qué decir entonces de este Leicester… Se había salvado milagrosamente del descenso la temporada pasada y, con un plantel muy humilde, contrató a Claudio Ranieri como entrenador con el máximo objetivo de permanecer en la Premier League. Todo lo que vendría luego sería un agregado… Y vaya si lo fue.

Fue la prueba de que, en fútbol, los milagros también existen.

Con el correr de las fechas en Inglaterra, el equipo del italiano fue sumando de a tres de manera inesperada. Pasaban los encuentros y el “se va a caer” dominaba la escena. Pero los grandes anduvieron muy mal, aquellos millonarios de siempre estaban en una etapa de transición, los futbolistas desconocidos de los Zorros tuvieron la mejor temporada de sus vidas y todo desembocó en un campeonato histórico, impresionante, sorpresivo.

En todas partes del mundo se encariñaron con Leicester.

No solamente fue el triunfo de Leicester, fue la victoria de los humildes, la alegría de quienes apuestan por la alternancia y por los conjuntos de perfil bajo, el grito de campeón de muchos que, en todo el mundo, esperaban por el gran batacazo, se encariñaban de a poco con el elenco de Ranieri y festejaron. Claro, sin el fanatismo de los aficionados genuinos, pero con la felicidad de saber de nuevo que, en el deporte más popular del planeta, los milagros también existen. ¡Salud y felicitaciones, campeón!