El nombre de Carlos Clark todavía despierta recuerdos en los aficionados manudos. El defensor, hoy de 45 años, formó parte de la generación que levantó dos títulos con Liga Deportiva Alajuelense (Invierno 2010 y Verano 2011).
Sin embargo, después de su paso por equipos como Belén, Carmelita y Pérez Zeledón, decidió cerrar el capítulo del fútbol profesional y escribir una historia diferente, lejos de los estadios.
La vida después de jugar en Alajuelense
Clark vive actualmente en San Pablo de León Cortés, en la zona de Los Santos, donde administra el restaurante Bongos, especializado en comida caribeña. El negocio lo comparte con su madre Lourdes y sus hermanas Gabriela y Karol, quienes han sido parte esencial de este proyecto familiar.
“Al principio fue un cambio muy drástico, que un día te griten en un estadio y luego tengas que estar al frente de un restaurante. Mi hermana me decía que volviera, que me retirara bien, pero ya llevo 10 años en esto y soy feliz. Hice lo que quise en el fútbol y ahora hago lo que me gusta”, afirma el exjugador.
“Después de Pérez Zeledón no renovaron mi contrato y decidí dedicarme a esto. El fútbol no es para toda la vida, por eso me fui preparando. Tuve ofertas de segunda división, pero preferí quedarme aquí, con mi familia, disfrutando la vida”, recuerda.
Su vida actual combina la administración de su restaurante con otras pasiones: el ciclismo de montaña, el senderismo y, de vez en cuando, una mejenguita con amigos. Aunque no vista más la camiseta rojinegra, reconoce que el fútbol siempre será parte de su vida.
Con la frente en alto y sin nostalgias, el exdefensor resume su camino con la sencillez de quien se siente realizado: “Fui campeón con Alajuelense, hice lo que quise desde pequeño y ahora sigo haciendo lo que me gusta”.