El fútbol costarricense amaneció con una de esas historias que conmueven, inspiran y recuerdan que, incluso en medio de la oscuridad, siempre hay lugar para la esperanza. La protagoniza Esteban Chavarría, exjugador del alto rendimiento de Alajuelense, quien este fin de semana logró algo que él mismo describe como “un sueño”: volvió a caminar después de casi dos décadas.
Hace 16 años, un intento de bajonazo marcó su vida para siempre. Un disparo le atravesó la espalda y le lesionó la médula. Desde ese día, Esteban quedó en silla de ruedas. Aquella noche, incluso, los médicos lo dieron por muerto al llegar al hospital. Pero sobrevivió. Y desde entonces, se propuso una meta que muchos creyeron imposible.
El domingo, durante la Gran Maratón Costa Rica, logró recorrer un kilómetro completo de pie. Participó en la categoría de 5 kilómetros: cuatro los hizo en su silla, pero el último lo caminó, paso a paso, sostenido por su fuerza, su disciplina y los gritos de ánimo del público. Su entrenador, Luis Mora, fue su apoyo constante durante cada metro.
La felicidad de volver a caminar
“El fútbol es lo que más amo, es el motor que me motiva a seguir luchando. Es un sueño, un anhelo volver a jugar”, contó a La Teja. Su vínculo con el deporte no se rompió nunca: mantiene relación cercana con figuras como Kendall Waston, Rolando Fonseca y Alonso Solís. Waston incluso le envió un mensaje tras su hazaña en la carrera.
Su amor por el fútbol también lo conecta con la actualidad de Alajuelense, club donde se formó. “Confío en que Óscar Ramírez pueda lograr lo que tanto se espera. Hay una deuda muy grande, pero sé que podemos ser campeones… aunque va a estar difícil”, dijo entre risas.
Chavarría también recordó con crudeza el día que cambió su vida. Volvía de una mejenga cuando intentaron robarle el carro. “La bala me pasó de lado a lado y tocó la médula. Estuve un mes en coma. Los médicos dijeron que no volvería a caminar, pero nunca creí esas palabras”, relató.
Con los años, su cuerpo volvió a ser puesto a prueba. Hace tres años, durante un viaje a Argentina, contrajo una bacteria que nuevamente lo dejó al borde de la muerte. Pasó otro mes en coma. Y otra vez sobrevivió.
“Dios es quien me tiene aquí”, dice Esteban, convencido de que cada oportunidad debe honrarse. Por eso, caminar ese kilómetro no fue solo un acto físico, sino una declaración de vida.
“Paso a paso se llega a la meta”, se repetía mientras avanzaba, cansado pero decidido. Y llegó. Entre aplausos, lágrimas y sonrisas. Su historia no solo motiva: recuerda que hay luchas que se ganan con constancia, fe y un corazón que no se rinde.
